martes, 21 de marzo de 2017

Giordano Bruno, el dominico de los mundos infinitos

Poeta, filósofo, religioso y astrónomo. Giordano Bruno se interesó por distintas ramas del conocimiento, su amplitud de miras y su inteligencia, fueron siempre por delante de las encorsetadas y estrechas ideas que predominaban en el siglo XVI.

Giordano Bruno, cuyo nombre real era Filippo Bruno, nace en Nola, una ciudad cercana a Nápoles, en el año 1548. Su familia es muy religiosa y él en plena adolescencia se une al convento de los dominicos. Pero muy pronto se da cuenta que no comparte la manera tan rígida que tienen sus superiores y compañeros de ver las cosas, y eso comienza a crearle problemas.

Giordano Bruno
Estatua de Giordano Bruno en la plaza romana 
de Campo dei Fiori, donde fue quemado vivo

La singular forma que tiene de enfrentar los temas, resulta sumamente incómoda para quienes están asentados en una ortodoxia inamovible. Su visión de la religión es distinta, en su celda del convento no quiere imágenes de santos y vírgenes, conformándose con un Jesús crucificado en sus desnudas paredes. Asimismo, afirma que los pecados de la carne no son tan importantes y que la iglesia no debe prestarles tanta atención.

Muy pronto es denunciado a la Inquisición, pero afortunadamente la denuncia no prospera. Bruno sigue con sus estudios de teología, que concluye a los 28 años de edad.

Su curiosidad es insaciable y lee con pasión escritos de ciencia, alquimia y astronomía. Descubre a Copérnico, que ya estaba prácticamente olvidado y arrumbado por sus atrevidas ideas. Poco a poco, en la mente de Bruno comienzan a germinar conocimientos que chocan de frente con la doctrina de la iglesia. Se resiste a creer que el centro del universo sea la Tierra, pero llega mucho más allá. Asegura que la Tierra no es el único mundo que Dios ha creado, que el universo es infinito y que alberga multitud de mundos como la Tierra. En ellos podían existir otros mesías, como Jesús de Nazaret, que adorasen a otros dioses. Lo escandaloso de esas afirmaciones en el siglo XVI, provocó que sus enemigos fueran aumentando con rapidez.

Pero su atrevimiento no quedó ahí, como remate afirmó que la transustanciación que defendía la iglesia, por la cual el vino y el pan de la Eucaristía se convierten en la sangre y el cuerpo de Jesús, era falsa, era imposible. Estas palabras terminaron con la paciencia de sus enemigos, al mismo tiempo que les daban más argumentos para su detención inmediata. Por vez primera, Giordano Bruno comprendió hasta qué extremo su vida corría peligro y huyó a Nápoles. Su visión tan amplia de la vida y el universo, le enfrentó a todas las religiones, ganándose la hostilidad tanto de calvinistas, como de católicos y luteranos.

A partir de ese momento, su vida se convierte en una huida continua, llevándole a visitar Milán, Génova, Venecia, Padua, Turín, Ginebra, París, Lyon, Praga, Zúrich, Londres y Roma. Conoce a filósofos, pensadores y nobles, incluso a la misma reina Isabel I de Inglaterra.

En 1591, el noble veneciano Giovanni Mocenigo, le comunica su admiración y su deseo de que se traslade a Venecia. Los amigos de Bruno están en desacuerdo con ese viaje, le advierten que no es buena idea volver a Italia y que puede tratarse de una trampa, pero el brillante filósofo desoye sus consejos. Un año más tarde, Mocenigo le denuncia a la Inquisición Veneciana, que lo detiene y decomisa sus libros y demás pertenencias. En 1593 es entregado a la Inquisición Romana, mucho más rígida que la de Venecia.


Proceso a Giordano Bruno
Relieve de bronce del proceso de Giordano Bruno

Ocho largos años pasa Giordano Bruno encarcelado en los calabozos de Roma, conocidos y temidos por los malos tratos y las torturas que sufren los presos. A Bruno le instan varias veces a que se retracte de sus palabras, a que reniegue de sus ideas, pero el filósofo siempre se niega a ello, a pesar del mal estado físico en el que ya se encuentra.

El 4 de febrero del año 1600, Giordano Bruno es condenado por hereje a ser quemado vivo, y todos sus libros también deben arder en la plaza de San Pedro. Son famosas las palabras que pronunció al escuchar el veredicto: “El miedo que sentís al imponerme esta sentencia, tal vez sea mayor que el que siento yo al aceptarla”.

El 19 de febrero, a las cinco y media de la mañana, fue conducido a la plaza romana de Campo dei Fiori, para ser ejecutado. Antes de prender la pira, un monje le acercó un crucifijo, pero Giordano Bruno lo rechazó.

Este hombre brillante, de mente abierta y de inteligencia muy superior a sus verdugos, fue quemado vivo por no ajustarse a la estrecha mentalidad religiosa de su época. Sus cenizas fueron arrojadas al río Tíber. En el año 2000, la iglesia pidió perdón por haber quemado vivo a Giordano Bruno.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados


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