sábado, 27 de mayo de 2017

Rodrigo Calderón, corrupción en la corte de Felipe III

Rodrigo Calderón de Aranda y Sandelín, fue uno de los personajes más relevantes del reinado de Felipe III. Corrupto y ávido de riquezas y poder, su final fue, quizá, más cruel de lo que se merecía.

Rodrigo Calderón nace en Amberes en 1576, aunque también se baraja la fecha de 1570. Su padre es el capitán de la armada Francisco de Calderón y Aranda y su madre, que procedía de una familia noble alemana,  María de Aranda y Sandelín.

El pequeño pierde a su madre a una edad muy temprana. Al pasar del tiempo, este suceso, junto a la segunda boda de su padre, provoca que Rodrigo acabe de paje del Vicecanciller de Aragón. Pero permanece en este puesto poco tiempo, para luego pasar a conocer a quien cambiará su vida para siempre. En 1598 ya está prestando sus servicios a don Francisco de Rojas y Sandoval, duque de Lerma, primer ministro y valido del rey Felipe III.


Rodrigo Calderón

Rodrigo intenta estar lo más cerca posible del duque, hasta que consigue que le confíe unos trabajos administrativos. El paje los resuelve con tal prontitud y eficacia, que su señor comienza a pensar que quizá ese joven le sea más útil como ayudante para resolver los trámites administrativos. Así empieza la escalada fulgurante de Rodrigo Calderón, siempre al lado de su protector, el duque de Lerma.

En poco tiempo consigue un enorme prestigio, tan solo le es necesario algún título más para consolidarlo definitivamente. Es así como el duque de Lerma le facilita el contacto con doña Inés de Vargas Carvajal y Trejo, Señora de la Oliva, con quien se une en matrimonio en marzo de 1601, pasando a ser Conde de Oliva.

Rodrigo Calderón estaba en lo más alto, su riqueza aumentaba por momentos. En su poder se encontraban las mejores pinturas, joyas, ropajes y armas. Tanta fortuna y en tan poco tiempo, se le subió al conde a la cabeza, convirtiéndole en un individuo prepotente, orgulloso y poseedor de una codicia sin límites. Al mismo tiempo, sus detractores iban aumentando día a día.

Un suceso inesperado comienza a complicarle la vida a Calderón. La reina Margarita fallece por complicaciones en su último parto en octubre de 1611, y los enemigos del conde intentan involucrarle en su muerte. No lo consiguen, y Rodrigo todavía recibirá más honores por parte de la realeza, como el título de marqués de Siete Iglesias. Sin embargo, la desgracia ya le acechaba y sus contrarios solo esperaban el momento oportuno para verle caer.

Llega un momento en que Felipe III, ante la insistencia de los que a su alrededor le advierten del comportamiento indebido del duque de Lerma y del marqués de Siete Iglesias, decide retirarles su apoyo. El duque, sospechando lo que ocurrirá a continuación, se marcha e intenta protegerse, pidiendo al Papa que le nombre cardenal. Roma accede y el rey le concede también permiso para que se traslade a la ciudad de Lerma, donde posee varias propiedades.

Sin embargo, Rodrigo Calderón, quizá demasiado impregnado de prepotencia y creyéndose intocable, hace oídos sordos a todas las voces que le aconsejan que ponga tierra de por medio entre él y sus enemigos, que se oculte, que se proteja. Los ignora a todos, y con esa actitud cava su propia tumba.


La caída de Rodrigo Calderón

La madrugada del 19 de febrero de 1619 detienen a Rodrigo Calderón en nombre del rey, y comienza para él un calvario que tendrá el peor de los desenlaces. Al mismo tiempo que lo apresan, le embargan todos sus bienes.

Está un tiempo en prisión y después lo trasladan a su propio domicilio, donde está preso hasta que llega su final. Le acusan de hechicería, de tráfico de influencias, de apropiación indebida, de traición y de los asesinatos de un monje, de un soldado llamado Francisco Xuara y de la propia reina Margarita. Él solo admite haber ordenado la muerte de Xuara, pero niega todo lo demás. Para intentar hacerle confesar le someten a terribles torturas, pero Rodrigo no cambia su confesión.

El juicio se prolonga durante más de dos años y aunque no se encuentran pruebas reales que lo incriminen, excepto en el asesinato del soldado que él ya había admitido, le condenan a muerte, además de desposeerle de todos sus títulos y posesiones.

A finales de marzo de 1621 fallece Felipe III a causa de unas fiebres. Rodrigo sabe que su condena no tiene vuelta atrás a partir de ese momento. Sin embargo, un último resquicio de esperanza le empuja a escribirle una carta a Felipe IV, suplicando su clemencia. El rey le ignora.

Sepulcro de Rodrigo Calderón de Aranda y de su mujer Inés de Vargas
Sepulcro de Rodrigo Calderón de Aranda y de su mujer Inés de Vargas,
en el convento de Porta Coeli, Valladolid


Rodrigo Calderón de Aranda muere ejecutado en la Plaza Mayor de Madrid, a manos del verdugo Pedro de Soria, el 21 de octubre de 1621. Es trasladado en principio a la Iglesia del Carmen de Madrid, donde le entierran en un simple túmulo, sin ningún tipo de distinción especial. Años más tarde, su cuerpo se traslada al convento de Porta Coeli, en Valladolid.

La corrupción en la corte de Felipe III estaba bastante extendida y se permitía en cierta manera, mientras no se hiciese alarde de la riqueza obtenida de un modo ostentoso y llamativo. Rodrigo Calderón se distinguió precisamente por su manera de llamar la atención, sin ningún tipo de límite ni vergüenza. Y esa actitud le llevó a la muerte.

Beatriz Moragues - Derechos Reservados


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